En Quito existen aproximadamente ocho establecimientos, o “Vídeos”, donde se proyecta pornografía. En ellos existen salones oscuros donde es posible conseguir diferentes tipos de contactos sexuales. No permiten el ingreso a menores de 18 años y algunos se reservan el derecho de admisión a ciertos cuerpxs fuera del canon binario (hombre – mujer). Con esta misma intención para obtener placeres, en Quito podrías visitar uno de los siete “Saunas” en los que se realizan fiestas eróticas donde no se permite más que cuerpos machos. Pero si tus recursos son más limitados, la ciudad tiene más de veinte lugares frecuentados para conseguir contacto sexual de manera ocasional y anónima, como en baños públicos o plazas; donde participan toda clase de cuerpos, adolescentes y ancianos.

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Toda la mañana había pasado pegado a mi teléfono, la profesora hablaba y yo esperaba mensajes. Entre las conversaciones de compañeros permanecí callado esperando que mi teléfono vibre. Podía ser un pack o alguna nueva persona. En Grindr tienes más éxito cuando pones tú rol o fotos del cuerpo. Tenía que ser sigiloso para que mis compañeros no vieran algún cuerpo desnudo en la pantalla de mi celular.

Cuando por fin terminaron las clases, fui casi corriendo a casa para tener internet. No es que sea adicto a estas redes, pero desde hace un par de años es el ciberespacio donde pueden gustarme abiertamente los cuerpos que me dan placer sin censura alguna. Al principio era impactante como la mayoría de usuarios de la app preguntan lo mismo: edad y rol, edad y rol, edad y rol. La mayoría de hombres no tienen ningún problema en que sea menor de edad.

De pronto mi madre aparece y arruina mi masturbación constante. Me pide ir con ella a un centro comercial en el sur de Quito a comprar unas cosas. Podría pasar horas viendo Grindr, pero llegan momentos en el día cuando debo acomodar mi erección para que no sea visible y socializar con mas gente. Cuando llegamos al centro comercial observábamos algunas tiendas, mi madre comentaba frente a las vitrinas de tacones e inicia una pequeña charla conmigo.

—debo ir al baño- le digo.

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Algunos “Videos” tienen más de cinco años de atención al público. Uno de los más visitados en la ciudad es Zona Café Net, en el barrio de la Mariscal. Es un establecimiento sin rótulo en la entrada con una puerta que se cierra eléctricamente. Al entrar, caminas por un patio para luego llegar a otra puerta que solo se abre con la presencia de visitantes. Te reciben cortésmente y siempre preguntan si es tu primera vez en el lugar. Al atravesar una cortina negra hay música de fondo, la luz disminuye, y hay un olor a limpieza (algún desinfectante de pisos).

A veces en Zona Cafe Net te reciben con un paquetito que contiene un condón y papel de baño. También el precio varía dependiendo de los días: generalmente dos dólares, en días especiales  puede costar $0,99 ctvs y cuando hay eventos nudistas o con strippers el costo sube hasta $5,00. Siguiendo con el tour, con el guía del establecimiento, conoces primero los cuartos privados (con costo adicional) y junto a estos un cuarto público que tiene sillas alrededor de la pared y espejos a la altura de los genitales.

Los cuartos siguientes son muy parecidos, varían los lugares para sentarse. El corredor tiene apenas luz, se pueden ver en la oscuridad unas estatuas de madera de unas mujeres. Dos hombres entraron uno tras otro en uno de los cuartos y cerraron la puerta, es usual que los cuartos públicos se ocupen en algunos momentos por parejas o tríos. Hay cabinas con agujeros en las paredes para introducir penes y salas con computadoras de donde salen gemidos. Estos lugares tienen mucha “gente diversa entrando y saliendo”, como dice Coco, dueño de un Sauna – “Unos entran nerviosos y entran para desahogarse con sexo, otros vienen a hacer amigos, otros a relajarse, algunos intentan buscar el amor”.

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Después de dejar a mi madre, caminé por el centro comercial hasta llegar al baño más cercano. En los  baños de hombres hay posibilidades; usar el mingitorio (a veces sin separaciones entre ellos), o el baño de un cubículo para tener privacidad. Es más rápido el mingitorio, la gente llega, a veces sin lavar sus manos y se van. Pero esta vez,  la dinámica del baño terminó sobrepasándome; descubrí que estos no son solo espacios para excretar. Llegué al orinal y casi inmediatamente después el hombre de mi lado dio un paso atrás. Se dispuso a observar mi pene orinando. Yo sentía una mezcla de pánico y excitación. Este hombre era casi de mi tamaño, con piel más oscura y vestía unos jeans y camiseta con un buzo encima. No me pareció atractivo.

No dijimos ni una palabra, yo iba teniendo una erección por la mirada que sentía sobre mí. Me arriesgué a copiar su acción. Di un paso hacia atrás y planté la mirada en el pene de ese señor. Supongo que por su edad lo tenia mas grande que el mío, piel oscura y un glande muy notorio. Seguíamos sin decir ni una palabra, él de vez en cuando hacía contacto visual conmigo, ponía una cara sonriente, como intentando ser pícaro. Levantó su cabeza a manera de alguna especie de código, yo no le dije nada y baje mi mirada. Creí que había llegado el fin de este encuentro inesperado.

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“El ambiente” es un término que hace referencia a lo que sucede en la comunidad GLBTI+ principalmente en bares, redes sociales y lugares de recreación sexual, como los mencionados. En la ciudad de Quito la zona de la Mariscal se convierte en “El ambiente”, es el punto de encuentro de la comunidad más frecuente por la existencia de bares, discotecas y vídeos.

No es nuevo escuchar que la comunidad BGLTI+ se divide en mundos separados. Las lesbianas tienen sus espacios de encuentro, las personas trans usan sus propios grupos en redes sociales incluso confidenciales y los gays gozan de una diversidad de opciones ligeramente más extensa para su “ambiente”.

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Sentí una mano en mi pene justo antes de guardarlo. Desde hace mucho tiempo que una mano ajena no lo había tocado. Increíblemente este baño no se ocupaba más que por el hombre que me miraba orinar y yo. Pensaba que mi madre se preguntaría dónde estoy; quería irme y no quería irme al mismo tiempo. Mientras me masturbaba este desconocido, pensaba en la excusa que le daría a mi madre. Decidí decirle que me había encontrado con una amiga y que me llevó con ella un momento.

Se escucharon en la entrada del baño unos pasos, salté muy nervioso y mi cara se tornó roja. Cerré mi bragueta y fui a lavar mis manos justo detrás del hombre que me tocaba. Él pareció no inmutarse pero también decidió acabar su trabajo allí. Cerró su bragueta, se colocó junto a mi y lavó sus manos también.

-Vamos al cine, dijo mirándome

No pude responder

-Vamos al baño del cine. Ahí no hay nadie, insistió

El hombre dio un paso atrás, me dio una mirada cuestionadora antes de salir por la puerta . Yo le seguí. Me decía a mi mismo que él sería mi amiga (en la historia que diría a mi madre) y que era verdad que me llevó con ella un momento. Caminaba a cinco pasos de él, mientras, él volteaba su cabeza de rato en rato para asegurarse que le siguiera. Las piernas me temblaban, todo el tiempo me preguntaba a mi mismo -¿por qué estás haciendo esto?. Miraba para todos lados cuando llegamos al cine; él entró como si nada y caminó a través de las puertas rojas del baño. Cuando yo me dispuse a seguirle, alguien de la boletería me sorprendió y dijo -Hola. Sudando respondí con una sonrisa nerviosa.

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7 de cada 10 personas que tienen amigos en vídeos o saunas no realizan otra actividad con esos amigos aparte de estar en aquellos lugares. Algunos de estos amigos no se saludan cuando se encuentran por la calle. La homofobia parece tener más poder del que podríamos notar a la ligera, las prácticas cotidianas permanecen permeadas por esta norma. Personas que no son heterosexuales pero que tampoco se identifican con la identidad gay, se ven obligados a frecuentar el ambiente con el fin de conseguir relaciones eróticas, afectivas o sexuales.

“Hay personas que llegan y salen llorando. Me dicen que venir a estos lugares es pecado” mencionó Coco. Los Saunas, Vídeos e incluso algunos bares son espacios en los que muchas personas entran sin vergüenza. Sin embargo, luego de (tan solo) 20 años de despenalización de la homosexualidad, la autodiscriminación que sufren personas gays, lesbianas o transexuales sigue siendo una de las formas más graves de violencia que vive esta comunidad.

La práctica del cruising está en crecimiento en las ciudades de nuestro país. La obtención de contacto sexual ocasional y de manera anónima es una práctica “poco” utilizada por personas gay en la ciudad de Quito. Los espacios donde es posible hacerlo varían entre baños de centros comerciales, estacionamientos e incluso instituciones educativas de educación media. Existen historias sobre los baños de centros comerciales en Quito, en las que a personas (gays) que tenían sexo fueron no sólo retirados del lugar, sino también golpeados por parte de los guardias del establecimiento. No hay denuncias, no hay información.

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El hombre que tocaba mi pene hace un momento, entra en un cubículo del baño del cine dejando la puerta casi cerrada. El lugar estaba vacío, entré. El hombre estaba abriendo su correa. Tiene un calzoncillo gris, avejentado; intenta besarme mientras yo permanezco inmóvil. No me dejé porque me daba un poco de asco hacerlo, no sé porqué, quizá porque era viejo, quizá porque no lo conocía. El no se hizo problema, tomó mi cabeza y la llevó a su pene. Me temblaban aún las piernas, pero estaba excitado. El olor de su cuerpo era extraño, no sabía si era sudor. Metió su pene en mi boca y con fuerza comenzó a moverlo. Yo paré y comencé a tocarlo con mi mano, él insistía en meterlo en mi boca.

Después de un momento me tomó de un brazo, me levantó y me puso de espaldas. Me bajó el pantalón sin desabrochar la correa. Sentía que mi corazón iba a salir de mi cuerpo, no sabia que hacer con mis manos así que me sostuve la ropa. Intentó meter su pene con tanta fuerza que me di cuenta que no estaba bien. Dije no, una sola vez y me retiré. Mis piernas seguían temblando y mi pene aún estaba parado bajo el pantalón. Caminaba apresurado, con la mirada hacia el piso, tenía ganas de escupir. A mi nariz llegaba el olor a fluidos de ese hombre que se había quedado en mis labios. Solo podía  pensar en la historia planeada para mi madre.

—¿Dónde estabas hijito?, dijo mi mamá

—Me encontré con la Patricia, respondí casi de inmediato

Le conté todo lo que había estado imaginando decirle. Incluía la visita a una heladería. Aún así no dejaba de percibir el desagradable aroma de mis labios.


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