¿Por qué un sello postal? Una respuesta inicial nos envía (como es el mandato de los correos del Ecuador) a pensar la biografía, la escritura de la vida, en este, caso, de la primera figura deportiva de relevancia internacional de nuestro país. El sello postal, que contiene la figura, y la vida, de Pancho Segura es a la vez el mensaje (un mensaje) de la nación y aquello que garantiza su llegada. Es decir, Pancho, asegura el arribo del mensaje, su vida (ejemplar, edificante, hagiográfica) escolta e informa la carta (cualquiera) tanto como la ratifica. Pancho Segura es así un «post», un envío que puntualiza, un mecanismo de autoridad, una historia en tránsito y un momento irrevocablemente posterior–paradójicamente– a la vida de la primera raqueta del Ecuador. La vida de Pancho Segura es a la vez, un punto de partida y un viaje permanente, sin lugar para el descanso. La vida misma así, y más aun su escritura, adquiere sentido de esta manera como una digresión permanente, como un detour o un desvío de la meta (la muerte).
Traducir la vida de un ente a la página es así acompañarlo en ese trayecto chueco, en ese recorrido disperso, en esa dirección impensada que constituye la vida misma, la escritura de la vida es entonces algo lejano a la búsqueda de lo expedito, o lo eficiente, o lo directo. Al igual que el legendario recorrer incesante de la cancha de tenis por parte de nuestro Pancho, de su incesante persecución de pelotas fuera de su alcance, la vida misma se presenta como un abandono permanente de la línea recta. De la misma manera, la escritura de la vida se perfila como la suma de digresiones cuya trayectoria, lejos de trazar un mapa de abandonos, esboza el sentido mismo de la realidad humana. La vida no es así el esfuerzo hacia la auto preservación, la maestría, el dominio, la paradoja es que la vida debe entenderse como la suma de los desvíos que emprende un organismo hacia su destino final (lo contrario del post). Esa trayectoria, para Segura: Quevedo, Guayaquil, Quito, Bogotá, Buenos Aires, Santiago, Nueva York y luego el globo terráqueo entero, no nos ofrece una huella en el espacio y/o el tiempo sino una emisión, un envío, una diseminación.
El tema de la guardianía también está aquí presente, Segura, con su pelo blanco, con su sonrisa, con su propio sello postal, como un ángel (de la guardia), un protector de tradiciones. En ese camino nos encontramos nosotros: profesores, estudiantes, bibliotecarios, traductores, escribanos, todos exhibiendo una curiosidad determinada en torno a la correspondencia, curiosos sobre textos dirigidos, destinados, dedicados por parte de un firmante determinado a un receptor imaginado. La escena evocada es la base misma, la condición de posibilidad necesaria para el funcionamiento de sistemas postales. El texto de Segura viaja a la alteridad de una lectora futura, hacia un tiempo ineluctable, a las manos y los ojos de un receptor que, como jugador de tenis, va a devolver el significado, tal vez con un drive a dos manos, al otro lado de la cancha, al otro lado del circuito o el recorrido postal.La operación sería así arqueográfica, una palabra acuñada por Maurice Blanchot para designar la interpretación de las palabras no en base a la etimología sino en la forma gráfica original de las letras del alfabeto, la idea consiste en combinar la letra y el pictograma. Bajo este signo la letra que elegimos es la «P» de postal, la grafía más parecida a una raqueta, seguida de la «o» también de postal. La postal de Segura también juega tenis.
Post Segura es lo que ocurre después de Segura, pero es también la seguridad en tránsito permanente, la realidad absoluta de que la carta puede no llegar, de que Segura se puede perder, extraviar, desaparecer, ser desviado, ser robado, ser comido por el perro, se puede mojar, romper, rasgar. Al igual que nuestra traducción, que es «post», que es siempre desde antes, «post.Segura»
Álvaro Alemán tradujo el libro Pancho Segura Cano de la escritora Carolina Seebhom fue lanzado en septiembre del 2017 por El Fakir Editores.