I
En inglés hay dos palabras para designar el proceso que una persona debe atravesar posterior a la muerte de alguien: grief y mourn. Ambas son sustantivos y verbos. Funcionan como categorías y como acciones. En español duelo es un sustantivo y cuando queremos hablar de la acción podemos decir: dolerse, o estar de duelo, o cargar el duelo. Joan Didion, en sintonía con Barthes, dice que mourning es activo, que el duelo se mueve y quiebra el tiempo. De alguna manera grief denota un estado inicial y describe la tristeza que paraliza el cuerpo cuando uno pierde a quien quiere. Pero luego uno se convierte en un mourner: un sujeto que se duele, que carga el duelo consigo.
II
Como toda buena historia Stranger Things funciona en capas; uno puede meterse en una de esas y escribir desde ahí. Yo decido intentar escribir sobre el duelo y el trauma. El duelo es activo, el duelo mueve, el duelo tiembla y respira. En el duelo el tiempo se resquebraja. El tiempo de uno y el tiempo colectivo.
III
La madre en Stranger Things nunca se queda quieta, se niega a dolerse en quietud. Sin el cuerpo de su hijo la madre no puede aceptar su muerte; hay la esperanza latente de que el hijo viva, así sea en otra dimensión escapando de un monstruo. Una madre confía en la certeza de lo cotidiano. Todos los días su hijo agarra su bicicleta, se encuentra con sus amigos y va a la escuela. Por la tarde regresa al hogar. Un buen día, que luego se recordará gris, pesado y fragmentado, pero que en el presente es un día como todos los días, el hijo desaparece. Deja de estar en la cena, en el desayuno, en la ceremonia de lo cotidiano. Y el tiempo se vuelve otro. Entonces el tiempo ya es solo uno de la espera, de la búsqueda. La densidad de los días en los que el duelo es el reloj. Los minutos caen sobre la espalda de uno como si fuesen toda el agua de una laguna. Es precisamente en una laguna donde, en algún capítulo de la primera temporada, encuentran supuestamente el cuerpo del hijo perdido. Pero la madre sabe que ese cuerpo frío no es el de su Will. Y entonces sigue esperando.
IV
En la primera temporada la historia empieza cuando Will desaparece, y todos los capítulos están cubiertos por la pesadumbre de la espera y la angustia de la búsqueda. La segunda temporada está atravesada por la experiencia del trauma. Casi siempre quien sobrevive al trauma es incapaz de contar su experiencia, y eso lo atormenta; la posibilidad de narrar la experiencia del trauma es el único camino de liberación: el lugar en el que el cuerpo puede limpiarse, liberarse de ese peso que le atormenta. Will permanece callado la mayor parte del tiempo; parece como estar siempre perdido. Como si su pensamiento estuviera repitiendo una y otra vez el evento traumático y no le permitiera seguir. El dolor es tal que paraliza el cuerpo.
Stranger Things es también una serie sobre la amistad y la fuerza de los afectos. Will encuentra en la conversación con su amigo Mike la posibilidad de nombrar el trauma, de enfrentarlo, de hablarlo. Y es a partir de allí que se suceden una serie de eventos que llevarán al momento en el que el monstruo abandona el cuerpo de Will. Claro que quedan las huellas, que en este caso son quemaduras.
V
El horror en Stranger Things reside en la empatía que los espectadores sentimos con las experiencias de los personajes. Vemos en ellos el dolor de la ausencia y la condición lacerante del trauma. Quizás la experiencia de la muerte de los otros es como un mundo dado vuelta, gris, tenebroso y abandonado como el Upside Down, esa especie de infierno que amenaza al pueblo de Hawkins en la serie. En el duelo, en el proceso de convertirnos en seres dolientes, puede que exista una decisión de atravesar ese mundo, como un regreso de los infiernos (imagen a la que todas las tradiciones vuelven). Volver y no mirar atrás. Salir herido pero completo del dolor.