Nota editorial: Esta publicación es parte del proyecto «La tecnología somos nostrxs«, que es una colaboración entre Recodo y la Sala Proceso/Arte contemporáneo de la Casa de la Cultura Núcleo del Azuay. Como parte de este proyecto publicamos una serie de textos e imágenes que reflexionan sobre la relación entre arte y tecnología.

Las fotografías de esta publicación fueron tomadas por Daniela Moreno Wray.

La exposición “La tecnología somos nosotrxs” curada por Pedro Soler y concebida por Tatiana Avendaño, que está actualmente  en la Sala Proceso / Arte contemporáneo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana Núcleo del Azuay hasta el 25 de mayo, es una pequeña maravilla.

Cinco obras y una interpretación coexisten en este espacio para que afloren nuevas imágenes, nuevas relaciones y nuevas problemáticas.

Con respecto a lo primero nos bastará evocar la imagen del Tayta Manuel Montero, Presidente de la comuna Uchuloma, invitado especial a la inauguración, hablando con emoción sobre cuánto le entusiasma esta exposición, insospechada para él. Tras de Manuel decenas de dólares afloran proyectados en la obra video Deep Down Tidal deTabita Rezaire.

También podemos mencionar que, en el momento en el que usa el casco VR y se sumerge en el ritual digital Transmestizx VR (2016), Manuel Montero baila, zapatea.

En esta obra de Daniela Moreno Wray, 16 artistas crearon desde lo trans (como reflexión sobre el mestizaje homogeneizador) personajes que participan en un baile circular accesible por realidad virtual. 16 “transmestizxs” y Manuel.

El contraste es totalmente inteligible.

A Manuel le alegra, nos lo dice, descubrir que en esta sala negra camuflada para el grueso de la población, el soplo sanador del pingullo es mecánica, lo ritual es virtual, y la animación se ha puesto del lado del sur.

Al entrar, un aliento de vida, como para animar al público. Es la máquina PUKUY / Soplo de curación, del artista guayaquileño Juan Carlos León. Contiene esta máquina una evocación al piano y repertorios de fiestas antiguas. Sus diversos pingullos se activan con una bien calibrada bomba de aire comprimido, produciendo melodías rituales de la cultura Salasaka. El arte y el aire son vehículos de conocimiento. Este aliento animado por una máquina, un compresor de aire, impacta en quien ingresa a la sala.

La tecnología somos nosotrxs

El recorrido es poliforme aunque al fondo siempre sobresale la proyección. Los dólares y los colores neón se proyectan amplios y las letras en estilo Wordart de Deep Down Tidal hacen anuncios políticos: Conquistamos / Explotamos / Contaminamos / Desacralizamos.

Al pie del video, cuando uno se acerca, aparece una tullpa, interpretada por la chef-investigadora culinaria, aprendiz de maestrxs agroecologxs, Tatiana Rodríguez. De nuevo el contraste entre lo ancestral y lo futurista es decidor: ambos son, es obvio, absolutamente contemporáneos.

La tecnología somos nosotrxs

Pero la obra proyectada de Tabita muta y ahora las piedras de la tullpa resuenan con los cuerpos envueltos en serpientes que bailan despacio sobre un fondo de galaxias, como si el internet pudiera ser místico, o como si la piedra o el viento no distaran tanto de lo digital.

“La tecnología somos nosotrxs” es, entre otras cosas, un llamado a ver la “ciencia” de otro modo, una “ciencia” ya no entendida como verdad o racionalidad absolutas, ni como impaciencia por el futuro.

En este lugar el maíz está repleto de algoritmos, es inteligente y también es tecnológico por fuera de toda retórica: su manipulabilidad antes de los OMGs, los humanos ya crearon genoma con la agricultura es el signo mayor de esa condición.

Así mismo, aquí la ciencia puede ser hermosa. El Telefante, instalación de Juan Orozco y Luis Negrón Van Grieken, es una caja de cartón que con gran humor articula una cámara, un proyector y unas imágenes sobre acetato retroiluminadas con una lámpara de escritorio. Circuito cerrado que termina sobre un diablillo y su risa proyectada en la pared. 

El proyector es viejo, pero ni tanto. La cámara es vieja, pero ni tanto. ¡Y con cuánta soltura uno lo manipula! ¡Y lo máquina!es como jugar con un perrito. Es un objeto cariñoso, regordete y anti-progresista en su esencia: es Low tech.

El Telefante es pura electropatáfisica, término acuñado por Juan Orozco:

«La electropatafísica es una apuesta de conjunción de procedimientos lógicos y preguntas metafísicas. Se emparenta por un lado con las búsquedas de magos, chamanes y alquimistas de tiempos y geografías diversas (sistemas simbólicos ordenados racionalmente para la producción de acciones y conceptos de orden metafísico y espiritual). Es una manera de asumir directamente el arte mediático — como es entendido desde la segunda mitad del siglo XX —, posicionándose con las ideas de Jarry en un Sur que escapa de las ideas de progreso y desarrollo tecnológico a las que el arte electrónico dominante suele apuntar.»

Inteligentes somos todos, los niños y los perros y las plantas, y también lo son las Máquinas de pensar que viven solas en una esquina de la exposición.

Esta instalación es presentada por Xmedialab que es el extinto Media Lab de la Facultad de Artes de la Universidad de Cuenca, pero reloaded so forma de colectivo interdisciplinario para esta exposición. La obra se compone de dos maquinitas (impresiones 3D) cuyas patitas se mueven y se proyectan en el muro. La una traduce el sonido de la calle (lo baila), la otra responde a un algoritmo online que no termina de quedar claro (el misterio e inutilidad de una raspberry pi).

En las sombras parece que las dos se tocan.

La tecnología somos nosotrxs

 

Cuando uno se aleja de aquella esquina, piensa que es fundamental aprender algo de código.

Una posterior mirada de estas Máquinas de pensar, desde el otro lado de la sala, estremece: ¡nadie las va a parar! Se han vuelto sospechosas, no las controlamos del todo y lo autosuficiente que hay en ellas les otorga una belleza fatal.

El diálogo entre tecnología y arte y también entre tecnología y colonialismo, o entre arte y patrimonio, es uno solo y es siempre interdisciplinario. Es su única posibilidad. El sentido se esconde en el extrañamiento que resulta de ver a lo Salasaka emparentado con la electro-mecánica, a lo trans con lo ritual… Las múltiples dualidades se entretejen. Como el viento que ingresa por los tres costados de la tullpa o fogón, para alimentar al fuego, a la comida, a la conversa, al sueño y al deseo. En la Sala Proceso naturalmente se teje el espacio, y los diálogos se multiplican, posibles.

El mar tiene memoria cual computador, y los africanxs caídos por la borda en el atlántico fueron devorados por los tiburones hambrientos, y hoy los tiburones devoran los cables subterráneos que nos conectan. Ciberguerra de tiburones contra instituciones y economías frágiles generadoras de ecologías turbulentas.

¿Nos conectan? ciertamente, pero la conexión no es virtual pues el internet es concretamente 880.000km de cables de fibra óptica submarinos y miles de servidores regados básicamente en el “primer mundo”. Las geografías son desdobladas de geopolítica, de Historia y tecnología. El triángulo esclavista en el Atlántico y los cables de internet que yacen bajo el agua. Vilma o María arrasando al turismo del caribe.

La balanza nunca ha dejado de estar ladeada. Nunca ha existido la tal igualdad en el diálogo entre saberes y la red, supuestamente rizomática y democrática, no es más que un espejismo que disimula y hace penetrar en nuestro cuerpo al capitalismo más duro. Ya lo dijo en 1995 el escritor pakistaní Ziauddin Sardar «Occidente necesita desesperadamente nuevos lugares para conquistar y cuando no existen deben ser creados, entrar en el ciberespacio» (“The West desperately needs new places to conquer. When they do not actually exist, they must be created. Enter cyberspace.”). La dominación colonial sobrevive a través del colonialismo electrónico, o la capacidad del capitalismo para influenciar y contrar la mente a través de los dispositivos electrónicos.

La balanza nunca ha dejado de estar ladeada, pero las cosas cambiarán. Porque en América Latina, en todo lo que no es servidumbre, las personas conservan los códigos de otros tipos de redes, ciertamente más poderosas que la fibra óptica.

Triste consuelo, pensarán algunos. ¡Que el Ecuador haga videojuegos!

Nunca ha parado la guerra. Que El Gran Viaje continúe, y que la muerte de las Dos Gardenias de mi amor, ya no suene ni a casualidad ni misterio.

Ellas saben y nosotros fabricamos.

 

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